Metáforas e imágenes internas
Amo trabajar con simbologías y metáforas.
Las he aprendido desde el tarot y el análisis de sueños, hasta las artes expresivas y astrología.
En estas corrientes o doctrinas, un símbolo tiene múltiples significados. Desde lo más literales, hasta lo más profundos y abstractos.
Y lo que más disfruto es que sean polisémicos, es decir, que una imagen envuelve muchos significados y mensajes.
No solo porque lo diga una teoría, sino porque es lo que almacena el alma.
Porque somos complejos y sencillos por naturaleza, porque no solo somos mente, sino cuerpo, emoción y espíritu en diferentes niveles de consciencia y permanencia.
Hace poco, en terapia, surgió una metáfora poderosa y hermosa que no vi venir.
Habíamos estado conversando durante dos o tres encuentros sobre un trauma no sanado. Una situación que quedó como una pestaña abierta en mi inconsciente durante 6 años y que ya por fin me sentía cómoda llevándolo a un espacio seguro y terapéutico. Que aunque suena lo mismo, no lo es.
Mi cambio entre la primera y tercera sesión fue notorio, al menos para mi alma y mi cuerpo. Notaba como mi corporalidad cambiaba, como me movía un poco más y como le abría espacio a otra emoción que no fuese el llanto y el dolor.
Durante una semana había trabajado en registrar detonantes de mi trauma, pero hubo uno en particular que captó mi atención porque jamás lo había identificado, y tenia 6 años pasando inadvertido.
Ese en particular, era el risotto, y para mi tercera sesión ya podía ver como tenía otro significado y sensación diferente en mi cuerpo.
Muuuuuy diferente a como cuando lo registré en el segundo encuentro.
Darle lugar a ese significado, moldearle una forma y emoción, le dio orden e hizo nacer una frase muy bonita cuando Yulitza me preguntó qué me gustaría darle a mi versión de 23 años que habíamos estado visitando en los últimos tres encuentros.
La única imagen que me venía a la mente era un báculo.
Esos palos alargados de madera, u otro elemento o material, que usan para hacer magia o denotan sabiduría, presencia y poder.
Podía imaginar como esa Ale pelo liso, oscuro y corto, podía sostenerse, apoyarse y caminar con ese báculo en frente del corazón. Se sentía sostenida, enraizada y mucho más segura de sí misma para salir de esa época un tanto oscura.
Cuando pude ver la imagen completa, se la compartí a mi psicoterapeuta.
— Le daría un báculo, así de esos que tienen los magos, o los maestros mayores que usan cuando suben una montaña. De el puede sostenerse, acompañarse, sacar fuerza y avanzar. - Hice una pausa, a la que ella espero pacientemente — También le regalaría el mensaje de lo importante de la tribu, de no aislarse o estar sola. Ella se sentía muy sola… y no tenía que ser así.
Yulitza asintió y me ayudó a reconocer:
— ¿Ves cómo le diste valor a lo interno y externo? Reconoces el báculo como esa fuerza interna, pero también el afuera para transitarlo y ayudarte. Eso es bueno.
Asentí levemente.
No me había dado cuenta, pero era cierto.
Artes expresivas como ejercicio introspectivo
Cuando salí de la consulta el báculo me siguió rondando la cabeza, sabía, desde que emergió, que tenía muchas más cosas que decirme y enseñarme.
Así que decidí ahondar con el arte y la pintura, a través de consignas que suelo dar en mis espacios, desde las artes expresivas, pero aplicándolo al objeto que mi interior afloró:
Si pudiera dibujarlo, ¿Cómo se vería ese báculo?
Se veía amoroso y con muchos significados de la naturaleza. Tendría como centro de poder el cacao, esa medicina de la tierra que conecta con el amor y la presencia.


Si tuviera algún super poder o uso, ¿Cuál sería?
Y si pudiera hablarte, ¿Qué te diría o cómo te ayudaría?
El báculo, por muy fantasioso que fuese, estaba asociado subconscientemente con mi poder personal, la magia y creatividad. Esa capacidad de reconocerme como fuente y creadora de mi vida, con la suficiente capacidad para avanzar y hacerlo diferente. Así como los magos crean alquimia con sus respectivos báculos.
Al dibujarlo, y verlo con los elementos de la tierra, llegaron el resto de los mensajes y significados que tiene ella (la naturaleza) para mi: respeto, fluidez, orden y sanación.
Ninguna metáfora, por más sencilla o “insignificante” que parezca, es inocente o al azar.
Revela significados muy internos de cómo procesamos la información, y qué contenido interno está en una capa inferior a la aparente o a la consciente. Y allí radica la magia de vernos y reconocernos a niveles más profundos y etéreos.
Eso creo que explica mucho por qué amo trabajar tanto el arte, y por qué me diplomé en esta herramienta terapéutica. También el por qué desde mis espacios de coaching, propongo que trabajemos las metáforas que traen, con el arte.
El arte, para mi, es refugio que abriga, consuela y resignifica.
Gracias por leer y estar aquí.
Con mucho amorcito hacia ti y hacia mi,
Ale ♡
→ PD: Después de que hice el ejercicio y escribí este texto, me vino a la mente una foto que me tomé hace un par de semanas en el festival de Sukha y como cuando me la tomé dije: “Ay, parezco la propia hada del bosque.”
Ahora entiendo por qué jaja. Díganme si ¿no quedaría lindo mi báculo allí? Yo siento que es el toque perfecto 😉.